viernes, 28 de enero de 2011

Toda medida excepcional encierra violencia y fuerza el sistema. La tendencia de Zapatero a utilizarlas es preocupante y dudosamente democrática.


El gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero, además de ser el más inepto e ineficaz de la Historia moderna de España, ya es también el que más veces ha recurrido a la excepcionalidad y a la violencia. Es el primero que utiliza una medida excepcional extrema como el "Estado de Alarma", pero también es el que más veces ha recurrido al "veto" parlamentario, una medida excepcional y dudosamente democrática mediante la cual el gobierno impide un debate en el Congreso. Zapatero utilizó ese recurso nada menos que 79 veces, mientras que Felipe González lo utilizó cuatro veces y Aznar ninguna.
Hay razones y argumentos históricos y científicos para afirmar que cuanto más torpe e inepto es un gobierno, más tiene que recurrir a medidas excepcionales. Incapaces de solucionar los problemas con los recursos ordinarios, los gobiernos poco inteligentes tienen que recurrir a la violencia o a medidas extremas para gobernar. Por eso, numerosos pensadores, psicólogos y expertos en política creen que todos los dictadores de la historia, sin excepción, han sido poco inteligentes. La Historia demuestra hasta la saciedad que cuando un gobernante recurre a la fuerza para controlar a su pueblo no lo hace tanto por poseer un espíritu tirano como por torpeza, por incapacidad para gobernar con los recursos ordinarios, sin recurrir a la fuerza. Existe otra sentencia sabia, apoyada en la Historia, según la cual "cuanta más fuerza exhibe un gobernante, más debilidad esconde".
Hay muchos juristas en España que opinan que la declaración del "Estado de Alarma" no estaba justificada y que recurrir a ella podría haber sido un abuso. Es cierto que hay otros que la justifican. Al final, serán los tribunales los que resuelvan. Pero lo que está fuera de duda es que quien recurre a medidas excepcionales en democracia siempre es un impotente y, muchas veces, tambien un desquiciado.
Toda medida excepcional es violenta y genera violencia. Obligar a trabajar a los controladores con militares armados en su entorno es un recurso extremo, poco adecuado en democracia, del mismo modo que es violento y poco democrático impedir un debate en el Congreso, sólo porque no le gusta a los que gobiernan. De alguna manera, es como matar moscas a cañonazos, o como acabar con ETA despoblando las Vascongadas.
Los controladores aéreos, torpes e incautos, al descargar torpemente sobre la población su odio al gobierno que les estaba acosando, han facilitado a Zapatero una victoria inesperada. Al abandonar sus puestos en las torres de control, han generado un conflicto que ha dejado en segundo plano la supresión de las ayudas a los parados de larga duración, un drama de la que hoy ya nadie habla, más grave, impopular y de mayor alcance que el caos aéreo. Su mala estrategia y sus nervios han permitido al gobierno acorrarlarlos, llevarlos a una emboscada y obtener una victoria fácil y popular.
Sin embargo, la militarización y el estado de alarma constituyen medidas de dudosa legalidad, excesivas para solucionar el conflicto que les ha servido de pretexto. Mas que para derrotar a los controladores, esas medidas representan una exhibición de firmeza ante el capital financiero internacional y el Fondo Monetario Internacional. Los acreedores de España, nerviosos por el pésimo gobierno de Zapatero, toman nota de que existe ahora en España un “hombre fuerte” (Rubalcaba), a quien no le temblará el pulso en la ejecución de cuantas medidas de ajuste deban acompañar a nuestra quiebra y colonización.
Los ciudadanos españoles, rehenes y víctimas de todo este nefasto liderazgo, deben tener encuenta que lo excepcional es siempre peligroso, especialmente para los torpes, que tienden a recurrir a ella con frecuencia, para lograr lo que son incapaces de conseguir dentro de la normalidad.
La democracia es, precisamente, lo opuesto a la excepcionalidad e incompatible con la violencia. La democracia es un un conjunto de leyes, normas y comportamientos ideados para que la sociedad funcione en armonía, incluso dentro de la discrepancia y el conflicto.
Por eso, no hay pensador o filósofo democrático que no crea que resolver los problemas con la fuerza y con medidas excepcionales es siempre un deslizamiento hacia la tiranía.
El gran riesgo que entrañan las medidas excepcionales de Zapatero es que el inepto se acostumbre a ellas y que las utilice para aplastar a sus adversarios. Hoy han sido los controladores, cuyo problema habría podido resolverse hace meses, contratando controladores extranjeros, formando a nuevos controladores o negociando con habilidad y firmeza. Pero ¿A quien le tocará mañana trabajar bajo la amenaza de las armas? ¿Contra quien emplearán después la violencia Zapatero, Rubalcaba y Pepiño?
España se enfrenta a un nuevo y terrible riesgo que, por desgracia, las masas, cargadas de odio contra los controladores y arrastradas por la envidia y el rencor ante los elevados sueldos de ese colectivo privilegiado, pasiones bajas alimentadas desde los medios de comunicación sometidos al poder, son incapaces de percibir.

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